Todos los padres vivimos con el miedo de que suceda y la certeza de que tarde o temprano sucederá; una noche, luego de una fiesta, nuestros hijos llegarán con claros síntomas de estado de ebriedad a la casa. Claramente saben que está prohibido e intentarán esconderlo, pero, como los padres ya hemos pasado por esa etapa, conocemos muy bien qué pasó. Sin embargo, antes de torturarnos preguntándonos por qué pasó, debemos ocuparnos en que no vuelva a pasar.
Las y los adolescentes beben por distintas razones pero que hayan tenido su primera o segunda pasada de copas no significa que tengan un problema grave con el alcohol, ni mucho menos que ya sean alcohólicos. Embriagarse por primera vez es un hito completamente normal basado en la curiosidad que las y los seres humanos sentimos de manera natural. Queda sin embargo en la cancha de los padres o tutores acompañarles en ese proceso de una manera que puedan aprender de la experiencia y, deseablemente, no se vuelva a repetir. Antes de hablar con ellos al respecto debemos tener muy claro que está mal que se embriaguen, pero que aún no tienen un problema grave.
